III Congreso Nacional de Psicología: Violencia y Salud Mental
, San Salvador, El Salvador, 6 y 7 octubre 2000.
Departamento de Psicología, Universidad Bond, Australia
Se calcula que unos 650 millones de hombres y 120 millones de mujeres que viven en la actualidad sufrieron modificaciones genitales en su infancia (OMS, 2000). Durante el siglo veinte, los partidarios de la cirugía genital han considerado que realizar la circuncisión y el cambio de sexo sin consentimiento en niños y niñas prácticamente no tiene secuelas psicológicas negativas. En el siglo veintiuno, la creciente evidencia empírica muestra, en este momento, que dicha mutilación causa daño irreversible en el ambito físico, sexual y, muchas veces, psicológico a la víctima. Por ejemplo, de 313 hombres circuncidados cuando eran niños, el 75% manifestaban daño psicológico, el 60% indicaban resentimiento por la circuncisión, el 54% mostraban cólera, el 50% se sentían violados, el 47% se consideraban inferiores comparados con los otros varones y el 43% creían que la circuncisión perjudicaba sus relaciones sexuales (Hammond, 1997, 1999). En una investigación con hombres circuncidados cuando eran niños, Menage (1999) encontró que el PTSD estaba presente en el 75% de los casos. En otro estudio, 83 hombres circuncidados manifestaban sentirse significativamente más enfadados, heridos e incompletos y se sentían defraudados en comparación con los hombres no mutilados (Bensley, 1999). Asimismo, los efectos a largo plazo del PTSD son manifestados con frecuencia por las víctimas de la mutilación genital femenina (Elchalal et al., 1999). Además, la evidencia acumulada hasta ahora indica que la cirugía de cambio de sexo (e.g., la castración) realizada en los niños puede tener efectos devastadores y crónicos para la salud mental (Wilson & Reiner, 1999; Kipnis & Diamond, 1999). Las víctimas de circuncisión, o las sometidas a operaciones de cambio de sexo, cuando eran menores han descrito sus experiencias en términos de violación, tortura, mutilación y ataque sexual (Goldman, 1997, 1999). Dados los efectos adversos a largo plazo sobre la salud mental que causa la cirugía genital innecesaria en los menores, ha llegado el momento para que, de una vez por todas, se paren todas las formas de mutilación genital.
Un acontecimiento traumático se define en DSM-IV (APA, 1994) como más allá de la experiencia humana generalmente, tal como la agresión, el asalto sexual, o de la tortura, que amenaza la integridad fisica de una persona. El trauma temprano, como la cirugía genital realizada en menores, puede tener efectos psicológicos adversos de larga duración (Levy, 1945). La circuncisión traumatiza obviamente a los menores (Eth & Pynoos, 1985; Ramos, 2000; Terr, 1990). La circuncisión, masculina y femenina, tiene los acontecimientos intensos dolorosos que implican fuertemente ser refrenado, teniendo parte de los órganos genitales amputado--cuanto más joven es el niño a la hora del trauma, mayor es el probable psicopatólogo subsecuente (Green, 1983). La disociación de la experiencia traumática y del dolor emocional asociado del conocimiento, es un mecanismo psicológico de defensa (Chu & Dill, 1990; Noyes, 1977). El trauma doloroso en los menores puede causar cambios neurofisiológicos y neuroquímicos duraderos del cerebro (Ciaranello, 1983; Kolk, 1991; Anand & Carr, 1989).
El trastorno por estrés postraumático (PTSD) puede resultar de asalto sexual, del abuso y de la violación de los menores (Bownes et al., 1991; Deblinger et al., 1990; Duddle, 1991). Puede ocurrir después de la circuncisión de niños (Goldman, 1997, 1999; Menage, 1993, 1999). La comunicación presente se centra sobre todo en las consecuencias psicológicas a largo plazo de la circuncisión masculina infantil, aunque la circuncisión femenina (Abd el Salam, 1999; Elchalal et al., 1999; Toubia, 1999) y la cirugía amputada del cambio de sexo realizada en menores que no han dado su consentimiento (AAP, 2000) también representan un abuso sexual serio, dejando a menudo a las víctimas con cicatrices emocionales de por vida.
Los hombres circuncidados que han reconocido la pérdida de una pieza altamente erógena e irreemplazable de su pene han señalado sufrimiento emocional delarga duración, la pena, la ansiedad, y la depresión, y un sentido de la vulnerabilidad personal. La evitación o la preocupación obsesiva con tal pérdida, junto con cólera puede ser dificil de reconciliar para algunos hombres dependiendo de su personalidad (Bigelow, 1995; Kolk, 1989; Maguire, 1998).
La circuncisión infantil puede afectar negativamente su bienestar sexual futuro. En una encuesta de 313 hombres circuncidados (Hammond, 1997), el reporte de daños de la circuncisión incluía lo siguiente: daño sexual (84%), daño emocional (83%), daño fisico (82%), daño psicológico (75%), autoestima baja (74%), problemas de la intimidad (45%), problemas de la adicción/dependencia (26%). Los problemas fisicos resultantes incluían: la insensibilidad del glande del pene (55%), necesidad para que exceso del estímulo permita la eyaculación (38%), cicatriz prominente (29%), y la escasa piel residual del pene (27%). También se detectaron problemas psicológicos: sentimiento de insatisfacción con el estatus circuncidado (69%), sentirse mutilado (62%), sentirse incompleto (61%), el resentimiento (60%), sentirse anormal/antinatural (60%), sentir que sus derechos humanos habían sido infringidos (60%), sintirse enojado (54%), frustrado (53%), violado (50%), inferior a los hombres intactos (47%), impedido sexualmente (43%), y sintirse traicionado por los padres (34%).
Con una muestra creciente de 546 hombres circuncidados, Hammond ( 1999) encontró que 61% mostraron déficit sensorial progresivo en el remanente interno del prepucio y en el glande del pene, junto con una disfunción eréctil, dificultad en las eyaculaciónes, y/o sin orgasmo. Inversamente, la disfunción sexual que resultaba de la señal de la alteración emocional de ser circuncidado también fue encontrada. De hecho, 41% señaló que su sufrimiento fisico y emocional impidió intimidad emocional con sus parejas. Hammond ( 1999) señaló que la señal de alteración emocional y pensamientos recurrentes sobre su circuncisión incluyó sensaciones de la mutilación (60%), de la autoestima baja y de la inferioridad (50%), del dysmorphia genital (55%), enojo (52%), del resentimiento y de la depresión (59%), de la violación (46%), y de la traición paterna (30%).
Los hombres circuncidados tuvieron que recurrir a menudo a relaciones sexuales prolongadas para estimular las terminaciónes nerviosas residuales del pene suficientemente para accionar la eyaculación. Señalaron que la sequedad artificial de su pene circuncidado a menudo a hecho el coito doloroso. O'Hara y O'Hara (1999) encontraron que las parejas del sexo femenino señalaron placer sexual perceptiblemente mayor de la copulación con los hombres intactos con respecto a hombres circuncidados (aunque este déficit se ha atenuado cuando hombres circuncidados han restablecido un prepucio sucedáneo con el proceso de la extensión de la piel--vea a Bigelow, 1995).
Money y Davison (1983) examinaron las consecuencias erotogénicas de la circuncisión del hombres adultos (menos debilitante que la circuncisión infantil) documentaron una pérdida de receptores proprioceptivos del estiramiento (del prepucio y el frenillo), respuesta sexual disminuida, dolor peneal aumentado y los cambios resultados en la técnica de despertamiento o de masturbación. La exposición al dolor intenso libera hormonas considerables del estrés durante la circuncisión neonatal, que puede tener consecuencias psicobiológicas adversas que potencialmente alteran desfavorablemente el desarrollo del cerebro, la función sexual, y el comportamiento (Prescott, 1989).
En un estudio antes-y-después de 12 muchachos turcos que eran circuncidados, Cansever (1965) señaló que la circuncisión es percibida por el niño como un ataque agresivo sobre su cuerpo, que daña, mutila y en algunos casos, le destruye totalmente.
La circuncisión ritual dio lugar a agresividad creciente, al debilitamiento del ego, a la retirada, a la adaptación reducida, y a pesadillas consecuentes con una diagnosis de PTSD. McFadyen ( 1998) señaló el trauma psicológico experimentado por su hijo después de la circuncisión, consecuente con los informes tempranos de Anna Freud (1952).
Taddio et al. (1997) documentaron sensibilidad aumentada para el dolor en bebés seis meses después de la circuncisión, sugestiva de PTSD. Rhinehart (1999) señaló PTSD en los hombres de mediana edad que habían sido sujetados a la circuncisión infantil. Anand y Scalzo (2000) sugirieron que el trauma temprano conduce a la sensibilidad creciente del dolor, a los desórdenes del estrés, a ADHD (Trastorno Hiperactivo de la Atención Deficitaria), y a los comportamientos auto destructivos. Hay también evidencia que el trauma temprano (tal como circuncisión neonatal) contribuye a un comportamiento posterior agresivo, violento y suicida (Jacobson et al., 1987; Parkes, 1998; Bradley et al., 1998; Jacobson & Bygdeman, 1998).
Sigmund Freud (1920) afirmó que la circuncisión era un substituto para la castración (cf. Ozturk, 1973). Más recientemente, Immerman y Mackey (1998) describieron la circuncisión como castración neurológica de calidad inferior.
Discutieron que la queratinización resultante del glande del pene y la atrofia neurológica del circuito del cerebro (debido a la pérdida de entrada de información sensorial al centro del placer del cerebro) serían quiz´s un mecanismo sociológico para producir un varón que es menos excitable sexualmente y más adecuado a los condicionamientos sociales. Los hombres circuncidados recordaron tal ansiedad de la castración y los miedos asociados a la circuncisión hecha en forma obligada en su niñez. El entumecimiento emocional, la evitación del asunto de la circuncisión, y la cólera son consecuencias psicológicas a largo plazo potenciales del trauma de la circuncisión (Bigelow, 1995; Goldman, 1997, 1999; Hammond, 1997, 1999; Rhinehart, 1999).
La circuncisión de niños implica un desequilibrio de fuerza entre el autor y la víctima. Contiene elementos agresivos y libidinales, y la integridad sexual y corporal del niño es violada por la amputación de una parte de sus órganos genitales. Los adultos que eran circuncidados como los niños (siempre sin su consentimiento) han descrito sus experiencias en el lenguaje de la violación, de la tortura, de la mutilación, y del asalto sexual (Bigelow, 1995; Hammond, 1999). En un estudio, un cuestionario clínico validado (PSTD-I) con una escala de respuesta siete puntos (Watson et al., 1991) fue administrado por Menage (1999) a ocho hombres que habían sido circuncidados cuando eran niños. Seis de los ocho hombres satisfacieron los criterios para una diagnóstico de PTSD.Ramos (2000) condujó un estudio en los efectos psicológicos asociados a procedimientos médicos y rituales de la circuncisión en las Filipinas. Unos 1577 muchachos en edades de 11 a 16 años (1072 muchachos eran circuncidados bajo procedimientos médicos; 505 fueron sujetados a la circuncisión ritual) fueron investigados para ver si el trauma percibido del corte genital condujo al desarrollo de PTSD. Usando el cuestionario de PTSD-I (Watson et al., 1991), Ramos encontró que casi 70% de los muchachos sujetados a la circuncisión ritual, y 51% de los muchachos sujetados a la circuncisión médica satisfacieron los criterios para un diagnóstico de PTSD. Este estudio sugiere que hay necesidad de informar a la comunidad filipina sobre el daño psicológico causado por la circuncisión, tanto ritual como médica. En términos de implicaciones médico-legales, un muchacho traumatizado psicológicamente por una circuncisión hecha podría tener argumentos para buscar la compensación legal (véase Boyle et al., 2000).
En vista de la cirugía del cambio de sexo impuesta a millares de niños por todo el mundo nacidos con los órganos genitales ambiguos, o en los niños masculinos que han sufrido la necrosis iatrogénica del pene de las circuncisiones mal hechas que eran en primer lugar totalmente innecesarias, la evidencia ahora indica que la gran mayoría de víctimas adultas rechazan lo que se les ha hecho a ellos cuando eran niños (Bradley et al., 1998; Colapinto, 1997; Diamond, 1997; Kipnis & Diamond, 1998; Wilson & Reiner, 1999). Muchos de estos individuos parecen sufrir PTSD a largo plazo (McMullen, 2000). El corte genital impuesto en menores viola claramente los derechos humanos de los niños, reduce inevitablemente la capacidad para el placer y el orgasmo sexuales, quita capacidad reproductiva (e.g., en casos de la castración), y causa a menudo el estrés psicológico de por vida, puesto que la víctima es atrapada en el cuerpo del sexo opuesto.
Claramente, la cirugía de cambio de sexo debe ser pospuesta hasta que el individuo implicado ha alcanzado la edad adulta, momento en el cual habría emergido la identidad del género decisivo, y él o ella pueda tener una opción al estar completemente informado. La posición de la Sociedad del Intersexo de Norteamérica es que cada uno tiene derecho a todos sus órganos genitales y que solamente tienen derecho a decidir que parte de su cuerpo no desean (Milos, 2000). El hospital de la Universidad Johns Hopkins que ha estado a la vanguardia promoviendo la cirugía de cambio de sexo en menores que no han dado su consentimiento, ha llamado ahora para una moratoria en tal cirugía involuntaria, poca ética, a la luz de la evidencia de daño a largo plazo y PTSD que ahora está emergiendo (e.g., Colapinto, 1997; McMullin, 2000). La Corte Constituciónal de Colombia (véase Greenberg & Chase, 2000) ha declarado recientemente que es ilegal la cirugía forzosa en menores, y ha limitado significativamente la capacidad de los médicos y los padres para alterar o amputar quirúrgicamente los órganos sexuales de niños con genitales ambiguos y víctimas de circuncisiones mal hechas.
En vista que la pruebas crecientes de las cirugías genitales realizadas en menores que no han dado su consentimiento, incluyendo la circuncisión masculina y femenina, así como la cirugía del cambio de sexo, dan lugar inevitablemente a daño fisico, sexual, y a menudo psicológico de por vida, es la hora de llamar a un alto mundial a todas las formas de corte genital. La cirugía genital involuntaria, irreversible, impulsada en los infantes y los niños es en realidad violencia sexual que tiene a menudo efectos dañinos a largo plazo en la salud mental.
Violencia y Salud Mental.San Salvador, El Salvador, 6 y 7 octubre 2000.
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